ALGUNOS CONTENIDOS DE LA LUCHA DE IDEAS

     El pasado día 1 de diciembre se celebró un debate en el CAUM de Madrid sobre las "bases ideológicas de una alternativa de izquierdas". Participaron representantes de AIREs-La Izquierda, El Jacobino, el Partido Feminista y el colectivo "La Izquierda Necesaria". e representación de este último intervino José Antonio García Rubio, presidente del Patronato de la Fundación José Diaz. Esta es su intervención.

Quiero agradecer, en primer lugar, vuestra presencia y la participación en este debate de personas significativas de los diferentes colectivos organizadores. Este acto es muy necesario y deber ser el primero del gran análisis colectivo que hoy es necesario en el campo de la izquierda en nuestro país.

    El grupo de personas que nos vinculamos en el colectivo “La izquierda Necesaria” decidió recientemente concentrar su actividad alrededor de una Fundación, la Fundación José Díaz.

    Entendemos que la práctica colectiva que tiene por objetivo la transformación social debe darse hoy en diferentes niveles y, por tanto, queremos dar especial importancia a uno de ellos, la lucha de ideas, es decir el trabajo ideológico, hoy tan necesario en nuestra sociedad, respetando las preferencias electorales de cada uno de nosotros.

    Nos preocupamos pues de participar activamente en la lucha de ideas existente en la sociedad con el objetivo de contribuir modesta, pero decididamente, a lograr la hegemonía cultural necesaria para un cambio radical del sistema social y político, es decir el avance hacia una sociedad socialista de democracia real.

    Utilizando la expresión de Gramsci estamos en una situación en la que el viejo mundo se muere y el nuevo tarda en aparecer; en ese claro oscuro surgen los monstruos” (los fenómenos morbosos). Y, permitidme el abuso, también escribió: “la conquista del poder cultural es previa a la del poder político”.

    ¿Cuáles son esos monstruos en este mundo claro oscuro? Claramente, el poder cultural del neoliberalismo es hegemónico, acompañado de una creciente penetración ideológica de la reacción. Pero ello sería menos rotundo sin el abandono constatable desde hace decenios de la lucha de ideas por parte de las fuerzas que defendemos otro modelo de sociedad y, en no pocos casos, la sustitución en ese combate de las armas científicas que proporcionan el materialismo histórico y el materialismo dialéctico, es decir, el marxismo y su metodología, por concepciones idealistas que han contribuido a la confusión en los objetivos y han penetrado en los argumentarios de muchas fuerzas que se dicen transformadoras. Me quiero referir a las posiciones populistas, sedicentemente de izquierdas.

    Así pues, creo que la lucha de ideas tiene en estos momentos cuatro frentes principales:

      a) La recuperación de las posiciones fundamentales del marxismo. Quisiera citar significativamente el concepto de clase obrera y su papel en la lucha de clases.

    La clase obrera está constituida por las personas que necesitan vender su fuerza de trabajo para poder subsistir y lograr la subsistencia de su familia dependiente. No venden el resultado de su trabajo, como lo hace un artesano, un artista o un trabajador autónomo, sino su fuerza de trabajo (es decir, el conjunto de sus capacidades físicas y mentales que pueden ser utilizadas para producir un trabajo). Son la inmensa mayoría de los asalariados (y no digo su totalidad por si existiera alguna rara excepción). Un fontanero que arregla en nuestra casa un grifo, si es autónomo nos ha vendido y cobrado su trabajo; pero si es asalariado ha vendido y cobra su fuerza de trabajo (concepto distinto al de resultado de su trabajo) a su patrón, mientras que a nosotros nos cobra el resultado de su trabajo (si es que lo hace él y no la empresa) de forma delegada.

    Complementario con este concepto son los de clase obrera en si -la descripción que acabo de hacer- y que se correspondería con la percepción que tiene el patrón que les contrata (todas las personas que le han vendido su fuerza de trabajo son sus trabajadores), y la clase obrera para sí, constituida por los trabajadores y trabajadoras que con conciencia de clase, es decir quienes a esa  condición meramente objetiva añaden la conciencia sobre su papel en las relaciones de producción y en la lucha de clases.

    Por tanto, un artesano o un autónomo no forman parte de la clase trabajadora; menos aún si el autónomo compra fuerza de trabajo, es decir contrata personas por un salario.

    Eso no quiere decir, obviamente, que muchas de estas personas no puedan tener conciencia de la lucha de clases y ser aliados de los trabajadores, pero también explica que sea en las relaciones de producción que se den en las micro y pequeñas empresas donde se producen habitualmente las condiciones de explotación más agudas. También hay que tener en cuenta que existen relaciones de subcontratación del trabajo, entre una empresa y un autónomo, por ejemplo, en el caso de pequeños transportistas, gravemente injustas. Además, está el caso de los falsos autónomos que deben ser considerados plenamente como clase trabajadora.

    En el otro lado, existen asalariados que por el alto nivel de sus retribuciones o por la función concreta que realizan, difícilmente pueden llegar a adquirir conciencia de clase.

    Finalmente, es importante criticar la falsa contradicción que se ha intentado teorizar acerca del “precariado” como una clase social diferente de la clase trabajadora y con contradicciones especificas con los trabajadores considerados “fijos”.

    Pero hay que señalar rotundamente dos criterios: el primero es que todos los trabajadores asalariados son precarios en la sociedad capitalista (aunque unos lo puedan ser más que otros y, muchas veces, en dependencia de las condiciones concretas) pero, sobre todo, que las contradicciones existentes -que es bueno tener en cuenta para la lucha sindical y política- en el interior de la clase trabajadora no son contradicciones fundamentales que puedan sustituir la contradicción capital/trabajo.

    De la superación de las primeras no se sigue la eliminación de la explotación.

    También es fundamental recuperar el concepto de correlación de fuerzas como un aspecto fundamental del análisis político, que es fundamentalmente un análisis estratégico -aunque no sólo- pero lejos de los llamados análisis de coyuntura, tan de moda hoy, fuertemente influenciados por un cierto adanismo.

    Como primera conclusión a subrayar está la necesidad de desarrollar la tarea de un análisis de la estructura de cases de la sociedad española, que ya no es la misma que la existente en los últimos años de la dictadura y cuya aplicación es imprescindible para cualquier práctica política.

     b)La puesta en marcha del análisis y la propuesta transformadora para las nuevas realidades que se están dando en la sociedad.

        En este terreno quiero subrayar algunas de ellas, aunque no son sean todas.

    En primer lugar, el creciente papel de la digitalización y la inteligencia artificial en los procesos productivos.

            El cambio climático y sus consecuencias

            Ambos aspectos la derecha los está logrando capitalizar en su beneficio.

            Hay que superar ciertas tendencias negacionistas en sectores de la izquierda si queremos evitar una nueva derrota en estos campos.

 c)     Realidades existentes, pero que se están dado bajo nuevas formas:

    1.- La hegemonía imperialista unipolar de los Estados Unidos, reforzada después de la caída de la URSS, está dando paso a un nuevo sistema multipolar, que tampoco es la hegemonía compartida de dos bloques. La realidad multipolar es evidente: China, Rusia, Turquía, Irán, Brasil, Australia y otras potencias juegan con todas sus posibilidades y potencia en la correlación de fuerzas a nivel internacional. En ese marco, la UE se está transformando en una potencia neoliberal dependiente y abocada a una crisis profunda, fragmentada geopolíticamente entre los países del Este de Europa (con Polonia encabezando esa fractura) y, por otro lado, el eje franco-alemán.

     Esto obliga a una nueva redefinición ideológica de la geopolítica y los problemas de la paz y la guerra. En cierto modo, la guerra en Ucrania está convirtiéndose en la madre de las contradicciones esenciales del nuevo orden internacional que está surgiendo y su resultado condicionará el proceso.

     Una derivada de esta situación es que la izquierda alternativa del mundo occidental debe de dejar de analizar la experiencia china como una cuestión secundaria, por no decir como una cuestión académica, sin gran trascendencia en la situación mundial. La construcción de una realidad política y social con características nacionales que se define como socialista, la oferta de un modelo de relaciones internacionales basado en la cooperación y no en la confrontación, que respeta la coexistencia de modelos políticos diferentes (a diferencia del hegemonismo estadounidense), abre nuevos caminos a procesos de emancipación nacional de las actuales dependencias.

     En este mismo campo de análisis tenemos la emergencia de un fuerte movimiento feminista, capaz de impulsar profundas transformaciones sociales.

    Las perspectivas de transformación social y conquista para los derechos de las mujeres han sido rápidamente contrarestadas por las teorías queer y las legislaciones trans carentes de una fundamentación científica. La consolidación ideológica y, sobre todo, política de un feminismo de clase constituye una necesidad imperiosa.

     Otra cuestión importante son los nuevos fenómenos migratorios, consecuencia no sólo de conflictos políticos y sociales, sino también de grandes diferencias de nivel económico y de expectativas de futuro vital. Aplicar la solidaridad de clase internacional en las condiciones objetivas actuales es una tarea que requiere un gran esfuerzo teórico colectivo, pero, sobre todo, un cambio en las relaciones económicas internacionales en el sentido de afianzar un modelo de cooperación, que evite, por un lado, las presiones demográficas graves y por otro, la depauperización de la fuerza de trabajo joven y más preparada en muchos países subdesarrollados. Junto a ello, es necesario recuperar el concepto de religión propio del marxismo, y su extensión a cualquier religión.

 

    Para concluir este apartado de las nuevas formas de presentarse ciertos problemas, quiero referirme a dos cuestiones de pena actualidad:

    La primera de ellas es la inflación, cuya consecuencia principal es el debilitamiento de la capacidad de compra de los trabajadores y otros sectores populares frente al esfuerzo de la burguesía por garantizar o incluso aprovechar para aumentar su tasa de ganancia, y en función de ello, la plusvalía. Esa es la situación en la que nos encontramos y que requiere desde el pensamiento marxista un planteamiento alternativo que n existe. (frente a las falsas soluciones cuantitativas neoliberales o keynesianas).

    La segunda gran cuestión es el auge de la extrema derecha, que incluso logra penetrar el argumentario neoliberal. Hoy la izquierda alternativa no ha conseguido cerrar un análisis ajustado del fenómeno: ¿neofascismo?, ¿extrema derecha? ¿derecha extrema? Prefiero calificar a estas fuerzas, como se hizo durante la II República, como “reacción”, es decir oposición cerrada a cualquier medida de progreso social y político, incluso en muchas cuestiones que propone la derecha neoliberal (la “derechista cobarde” aquí). La denominación fascista, independientemente de que esas posiciones políticas tengan hilos fascistas creo que nos lleva a un análisis equivocado y a una práctica política errónea. El fascismo tenía dos características esenciales; proponía un modelo social radicalmente diferente (cosa que hoy no ocurre) y respondía a un auge importante del movimiento obrero (cosa que hoy no se da). En cuanto a la consideración como ala extrema de la derecha neoliberal.

     d)     Finalmente tengo que solamente citar por falta de tiempo dos aspectos cruciales en la lucha de ideas en el terreno del populismo sedicentemente de izquierdas: la manipulación del lenguaje y la cuestión de la unidad de la izquierda, que deberemos abordar de forma rigurosa en la próxima etapa.

Muchas gracias por vuestra atención.